La tecnología de la información y de las comunicaciones provocarán un gran cambio en ese proceso de aprendizaje y los académicos serán menos profesores y más gestores del aprendizaje y esto es algo que las universidades deberemos aprovechar y aplicar. Por dos razones: por un lado, Internet no es sólo un medio para obtener información, sino un medio de intercambio entre profesor y estudiante; por otro, porque el potencial de las redes de banda ancha para comunicar desde texto hasta imagen pueden proporcionar un aula virtual.
En un futuro próximo las aulas virtuales serán muy relevantes porque el saber convencional, el aprendizaje convencional, se convertirá ya en un aprendizaje de por vida. Y por ello, habrá muchos estudiantes que trabajen, o tengan familia a su cargo, a los que les resultará mucho más atractivo aprender desde su lugar de trabajo o desde su casa. Además, para la empresa que contrata al individuo, y quizás paga por su tiempo, este es, desde luego, un planteamiento más rentable. También se produce la posibilidad de que grandes instituciones de prestigio, o asociaciones de universidades, tal como ya se está produciendo, puedan ofrecer material de primera línea al resto de mundo en tiempo real. Las comunicaciones de banda ancha ofrecen la oportunidad de permitir a estudiantes de varias naciones compartir su aprendizaje o trabajar juntos en un mismo problema. No se trata de sustituir a la universidad tal como la conocemos, pero esas posibilidades que nos ofrecen las nuevas tecnologías constituyen un reto competitivo para la universidad.